En marcha el Cónclave
- bambarito59
- hace 2 horas
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Fue a las 9 de la mañana con 46 minutos hora de México, cuando se cerraron las puertas de la Capilla Sixtina con 133 cardenales en su interior para iniciar así con el cónclave que definirá al sucesor del papa Francisco y el derrotero que seguirá la iglesia católica.
Este mismo día podría surgir humo de la chimenea instalada en la azotea del inmueble donde se encuentra la Capilla, pero no se espera que sea blanco para anunciar que hay nuevo papa.
Los purpurados acudieron por la mañana a una misa, encabezada por el cardenal Giovanni Bautista en su calidad de decano del Colegio Cardenalicio, y por la tarde ingresaron en procesión a la Capilla.
Ocuparon los lugares que les corresponden, y uno a uno pasaron a jurar ante el Evangelio que se conducirán conforme a lo que las reglas que rigen al Cónclave, para que seguidamente se ordenara salir del recinto a todas las personas ajenas al mismo, y cerraran las puertas para dar paso al proceso de elección cuya duración se desconoce.
Las votaciones tienen lugar todos los días, 2 por la mañana y 2 por la tarde, y si los cardenales electores tienen dificultades para ponerse de acuerdo sobre la persona que debe ser elegida, después de 3 días sin resultado, las votaciones se suspenden durante un máximo de un día para una pausa de oración, discusión entre los electores y una exhortación espiritual, pronunciada por el cardenal decano de la orden de los diáconos.
A continuación se reanuda la votación. Después de 7 procedimientos, si la elección no ha tenido lugar, hay otra pausa para la oración, la conversación y la exhortación, impartida por el cardenal mayor de la orden de los presbíteros.
Entonces, se realiza otra serie de 7 votaciones y, si no se ha producido la elección, se hace una nueva pausa para la oración, la conversación y la exhortación, a cargo del cardenal mayor de la orden de los obispos, repitiéndose la votación, con un máximo de 7 papeletas.
Si todavía no hay elección, se reserva un día para la oración, la reflexión y el diálogo, y en la siguiente votación se debe elegir entre los 2 nombres que hayan recibido más votos en la votación anterior. También en estas votaciones se requiere una mayoría cualificada de al menos dos tercios de los cardenales presentes y votantes, pero en estas votaciones no pueden votar los 2 cardenales sobre los que se requiere una votación.
Cada cardenal elector, por orden de precedencia, después de haber escrito y doblado su papeleta, sosteniéndola en alto para que sea visible, la lleva al altar, donde se encuentran los escrutadores y sobre el cual está colocado un receptáculo cubierto con un plato para recoger las papeletas.
"Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, de que mi voto es dado a aquel que, según Dios, creo que debe ser elegido", expresará cada elector al depositar su papeleta. Los cardenales electores presentes en la Capilla Sixtina que no pueden ir al altar por estar enfermos, cuentan con la ayuda del último de los escrutadores que se acerca a ellos:
Si hay cardenales electores enfermos en sus habitaciones, los 3 "infirmarii" van allí con un número apropiado de papeletas en una pequeña bandeja y una caja entregada por los escrutadores y abierta públicamente por ellos, para que los otros electores puedan ver que está vacía, y luego cerrada con una llave colocada en el altar. Esta caja tiene un agujero en la parte superior por el que se puede introducir una papeleta doblada.
Los escrutadores cuentan las papeletas de la urna y, tras cerciorarse de que su número coincide con el de los infirmarii, las colocan una a una en el plato y con éste las introducen todas juntas en el receptáculo.
Una vez que todos los electores cardinales han depositado sus papeletas en la urna, el primer escrutador sacude la urna varias veces para barajar las papeletas e, inmediatamente después, el último escrutador procede al recuento de las papeletas sacándolas una a una de la urna y depositándolas en otro recipiente vacío.
Si el número de papeletas no corresponde al número de votantes, deben quemarse todas y se procede inmediatamente a una segunda votación. Si, por el contrario, coincide con el número de votantes, se procede al recuento.
Los tres escrutadores se sientan en una mesa frente al altar: el primero toma una papeleta, la abre, anota el nombre del elector y se la pasa al segundo, quien, una vez comprobado el nombre del elector, se la pasa al tercero, que la lee en voz alta -para que todos los electores presentes puedan marcar su voto en una hoja especial- y anota el nombre leído.
El último de los escrutadores, al leer las papeletas, las pincha con una aguja en el punto donde se encuentra la palabra Eligo, y las introduce en un hilo, para que se conserven con mayor seguridad. Terminada la lectura de los nombres, los extremos del hilo se atan con un nudo, y las papeletas se depositan en un receptáculo o a un lado de la cantina. Se cuentan los votos y, después de comprobarlos, se queman en una estufa que se utilizó por primera vez durante el Cónclave de 1939.
Una segunda estufa, de 2005, conectada, se utiliza para los productos químicos que deben dar el color negro en caso de no elección y el color blanco en caso de elección.