Fue el 10 de septiembre de 1586 en el Vaticano, donde se colocó en el centro de la Plaza de San Pedro un obelisco originario de Egipto.
Un obelisco u óbelo es un monumento de piedra con forma de pilar, de sección cuadrada, con cuatro caras trapezoidales iguales, ligeramente convergentes, rematado en una pieza denominada piramidón. Generalmente se erigían sobre una base de piedra prismática pues los antiguos obeliscos se tallaron de un solo bloque de piedra.
El primero del que se tiene noticia se data en la época de Userkaf, faraón de la dinastía V de Egipto 2500 antes de Cristo y se desconoce cómo eran erigidos estos fantásticos monumentos, pues no hay ninguna documentación egipcia describiendo el método empleado
Los obeliscos se usaron de manera prominente en el Antiguo Egipto, tallados en un solo bloque de piedra. Por lo general se colocaban por pares a la entrada de las tumbas a las cuales llevaban un gran poder vivificante que tenía efecto en la resurrección del difunto. Durante la reforma religiosa de Ajenatón se consideraban rayos petrificados de Atón, el disco solar.
La mayoría de los obeliscos procedían de las canteras de granito de Asuán y actualmente se conocen más de treinta obeliscos egipcios terminados y uno inacabado, hallado en dicha cantera. Muchos obeliscos egipcios fueron llevados a Roma, la capital del imperio dominante y posteriormente, otros imperios de occidente se llevaron obeliscos egipcios para erigirlos en sus capitales, como es de la Plaza de la Concordia en París.
El obelisco Vaticano es el único que se conserva intacto en la capital romana que no ha caído desde los tiempos de la antigua Roma, cuando se hallaba en medio del Circo Máximo, y fue recolocado en el siglo 16, siendo trasladado unos metros para erigirse imperturbable en el centro de lo que hoy forma la plaza de San Pedro de Roma.
El obelisco Vaticano es reconocido como un gran “testigo mudo”, algo difuso ya, del martirio de muchos santos de cristiandad, en especial el del príncipe de los apóstoles quien se encuentra enterrado bajo la Basílica. Es el segundo más alto de Roma, después del de Letrán, y el único que permanece intacto en el tiempo y de una sola pieza. Su origen sigue siendo incierto ya que es uno de los pocos obeliscos egipcios que no tiene inscripciones jeroglíficas.
Se cree que fue ordenado construir por faraones egipcios de la quinta dinastía, más de mil años antes de Cristo y probablemente fue erigido en Heliopolis, antigua capital del Bajo Egipto. Después, la ciudad del antiguo Egipto, sufrió varias invasiones persas y tras la fundación de la nueva Alejandría habría decaído quedando progresivamente deshabitada. Ya en los primeros siglos de nuestra era, la mayor parte de los monumentos que habían embellecido la antigua Heliópolis, como el gran obelisco, fueron trasladados a Alejandría. donde el emperador Augusto ordenó que fuera erigido en el Foro Juliano de la nueva ciudad convertida, en centro cultural del mundo antiguo.
Fue hasta 1585 cuando un Papa, Sixto V, en su propósito de embellecer Roma encomendó al arquitecto italiano Domenico Fontana cambiar la ubicación del obelisco desde el antiguo
El proyecto de Fontana consistió en encofrar el obelisco utilizando una estructura de madera, desmontarlo y transportarlo sobre una base de troncos. Después la pesada aguja fue levantada en su nueva ubicación mediante un sistema de poleas para lo que los hombres necesitaron todo un año. La operación fue un éxito
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