Llama el papa en el Líbano a que no sean rechazados los migrantes
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El migrante que huye de "conflictos absurdos y despiadados" nunca debe sentirse rechazado, "sino acogido", demandó el papa León XIV en un mensaje pronunciado en el santuario de Harissa, durante su segundo día de visita en el Líbano.
El pontífice se encontró con obispos y religiosos y religiosas del país, y fue en esa colina, lugar de peregrinación de los libaneses donde se ubica la escultura de Nuestra Señora del Líbano, donde el obispo de Roma instó a los católicos del país a seguir su fe, en un nación como la libanesa donde menos del 30% de la población es católica.
"Incluso cuando a nuestro alrededor retumba el ruido de las armas y las exigencias propias de la vida cotidiana se convierten en un desafío*", precisó el vicario de Cristo.
León XIV fue recibido con mucho entusiasmo por unas ,2 mil personas, y escuchó los testimonios de los católicos libaneses y la situación de los migrantes que han llegado al país en tiempos recientes huyendo de la guerra, en especial, sirios y palestinos.
El padre Youhanna relató la vida en Debbabiyé, el pequeño pueblo en la frontera con Siria, donde «a pesar de la extrema necesidad y bajo la amenaza de los bombardeos, cristianos y musulmanes, libaneses y refugiados del otro lado de la frontera, conviven pacíficamente y se ayudan mutuamente».
El papa habló en francés de la responsabilidad hacia los jóvenes y afirmó que «es importante favorecer su presencia, también en las estructuras eclesiales, apreciando su aportación de novedad y dándoles espacio. Es necesario, incluso entre los escombros de un mundo con dolorosos fracasos, ofrecerles perspectivas concretas y viables de renacimiento y crecimiento para el futuro, señaló.
"Lo que han vivido nos obliga a comprometernos para que nadie tenga que huir de su país debido a conflictos absurdos y despiadados, y para que quien llama a la puerta de nuestras comunidades nunca se sienta rechazado, sino acogido con las palabras “¡Bienvenido a casa!”", añadió el religioso.
Entre los asistentes sentados en el santuario para escuchar al papa, había sobre todo sacerdotes católicos maronitas, y el padre Manuel, que ha vivido varios años en Buenos Aires.









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