Cambiar hábitos pueden elevar riesgo de muerte prematura

Pequeños cambios de hábito relacionados con el sueño, la actividad física y la dieta, pueden contribuir a reducir el riesgo de muerte prematura de acuerdo con un estudio realizado por investigadores de la Universidad australiana de Sídney.

Los expertos estudiaron los datos obtenidos de más de 59 mil personas con edad promedio de 64 años, que utilizaron una semana dispositivos para rastrear su nivel de actividad y proporcionaron datos sobre sus dietas.

Pese a recibir la información sobre sueño, movimiento y dieta de unos pocos días, los científicos hicieron el seguimiento durante una media de 8 años para evaluar cómo sus hábitos básicos se relacionaban con su riesgo de muerte a largo plazo.

En ese período, se produjeron 2 mil 458 decesos.

All evaluar la dieta, dividieron y otorgaron puntuación a quienes por un lado, seguían una rutina alimentaria saludable, con vegetales, frutas, pescados, entre otros productos, y a otros que por otra parte, optaban por granos refinados, carnes y bebidas azucaradas.

Los participantes fueron agrupados en base a hábitos combinados de sueño, actividad física y dieta para evaluar cómo influyen estos aspectos en el riesgo de muerte. Los investigadores establecieron 3 categorías.

La primera incluía menos de 6,5 horas de sueño, hasta 20 minutos de actividad física moderada o intensa y una puntuación de la dieta menor a 45.

La segunda categoría, moderada, extendía a entre 7,2 y 8 las horas de sueño, tenía de 42 a 103 minutos de actividad física y una dieta de 57,5 a 72,5 puntos.

La tercera, y más alta, contaba con más de 8 horas de sueño, más de 100 minutos de actividad y más de 72,5 puntos en la dieta.

El riesgo de muerte prematura se reducía un 64% en el nivel moderado y 70 % en el más alto.

Incluso pequeños cambios, como agregar solo. 15 minutos de sueño, sumar 1,6 minutos de actividad y mejorar la dieta eliminando productos azucarados o procesados, estaban asociados con la reducción de probabilidad de muerte en un 50%.

Por lo tanto, el estudio concluye que aunque sean ínfimas las modificaciones en los hábitos, la esperanza de vida aumenta; mientras que cuanto más importantes sean los cambios que se realicen, mayores serán los beneficios.