La Luna es el pequeño satélite de la Tierra que tiene un diámetro ecuatorial de 3474 km; es el satélite más grande del Sistema Solar en relación al tamaño de su planeta, su superficie es menos de una décima parte de la de nuestro mundo, lo que representa cerca de un cuarto de su área continental. Orbita a una distancia media de 384.4 km y su velocidad media es de 3700 km/s, a la vez que es 81 veces menos masiva que la Tierra.
En 1609, poco después de que se inventara el telescopio, el astrónomo italiano Galileo Galilei le hizo adaptaciones a dicho aparato para estudiar en las noches el cielo; aunque sus telescopios eran rudimentarios, ya que el primero aumentaba los objetos sólo tres veces, éstos mostraban el cielo como nadie antes lo había visto y su visión de la Luna, aunque más clara, no difería mucho de lo que habían visto los primeros hombres hace casi tres millones de años, o los astrónomos babilonios, en el año 2000 a.C.
La Luna gira sobre un eje de rotación que tiene una inclinación de 88.3° con respecto al plano de la elíptica de traslación alrededor de la Tierra, y dado que la duración de los dos movimientos es la misma, la Luna le presenta a nuestro planeta constantemente el mismo hemisferio, tardando 27 días, 7 horas, 43 minutos y 11.5 segundos en dar una vuelta sobre sí misma; si lo hiciera con mayor o menor velocidad, la otra cara de la Luna gradualmente quedaría expuesta. La rotación de la Tierra y la de la Luna guardan una perfecta sincronía, como si fueran engranes, de tal forma que una parte queda oculta; el hemisferio visible está marcado con oscuros mares lunares de origen volcánico entre las brillantes montañas antiguas y los destacados astroblemas o cráteres de impacto.
Ya sea que observemos la Luna a simple vista o con ayuda del telescopio más potente, siempre veremos una sola cara pero, ¿puede ser casualidad esta perfección? Quizá sí pero por ejemplo las lunas de los satélites de Marte y de Júpiter también muestran sólo una cara a sus planetas tutelares. Esto está gobernado por lo que los astrónomos llaman "candado de mareas": cuando nuestra Luna era roca fundida, se formó una protuberancia en su cara visible causada por la atracción gravitacional de la Tierra, la cual actúa con mayor fuerza sobre la cara visible de la Luna que sobre la oculta. Cuando ésta giraba, el candado fundido subía y bajaba rozando el material del núcleo lunar y frenando gradualmente su movimiento de rotación.
Cuando había diferencia entre el tiempo que tardaba la Luna en girar alrededor de su eje y en girar alrededor de la Tierra, la fricción de la marea frenaba su rotación, y sólo cuando las dos estaban perfectamente sincronizadas cesaba la acción del freno de marea. Pero cuando esto sucedía, la otra cara de la Luna quedaba ya oculta.
Por fortuna, ya no confiamos en la simple observación desde la Tierra para obtener información acerca de los cuerpos celestes. En 1959, la sonda espacial de la Unión Soviética, Luna III, envió las primeras imágenes del lado oculto de la Luna; desde entonces, docenas de misiones soviéticas y estadounidenses han contribuido mucho a que sepamos más. De hecho sus accidentes geográficos tienen nombres rusos, porque fueron ellos los primeros en observar el lado oscuro de la Luna.
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