A mí, XÓCHITL GÁLVEZ me contó en RADIO RED una historia que no coincide con lo que se sabe hoy de ella. Me dijo que era muy pobre, que dos de sus hermanos murieron de hambre, que a diario recorría diez kilómetros para llegar a la secundaria, que aprendió a hablar español tardíamente, que pudo estudiar en la Ciudad de México y en Francia gracias a las becas que obtuvo por sus altas calificaciones. En París se casó con un francés, güerito igual que ella, y regresó a México para montar una empresa de alta tecnología por la que prosperó económicamente. Resulta que no era tan pobre, que vivía en una casa más que decorosa, que indígena, indígena en realidad jamás ha sido, ya que en su pueblo muchos la desconocen ni ha hecho nada por ellos, y que la mayoría de sus millonarios negocios han sido con instituciones publicas en tratos bajo el agua, es decir, tráfico de influencias y conflictos de interés, no vendiendo gelatinas. ¡Y yo que le creí todo su cuento!, hasta que siendo estudiante estuvo a punto de regresar a su pueblo porque en el metro a cada rato le metían la mano. Una amiga la estuvo mirando un buen rato y al final le dijo que le metían la mano porque tenía cara de pendeja, invitándola a cambiar. Verdad o mentira, lo ignoro Tal vez fue otro de sus cuentos, porque pendeja, pendeja no es, para nada, más bien nos la quiere ver de ídem. Y yo que le creía todo. Aunque eso de que ahora es “marxista y trotskista” y que anda vendiendo tamales en las calles, ni Dios padre le cree, ¡qué desinfle!
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