La bula papal que ordenó perseguir a las brujas se hizo pública hace 540 años

El 5 de diciembre de 1484, el papa Inocencio VIII publicó su famosa bula, por la cual ordenó a la inquisición perseguir a las brujas en el mundo conocido.

Nacido en Génova en 1432, Giovanni Battista Cibo inició su carrera eclesiástica al entrar al servicio del cardenal Calandrini, y a los 35 años, fue nombrado obispo, en tanto que a los 41 se convirtió en cardenal, y el agosto de 1484 fue electo papa hasta su muerte en 1492.

Entre las acciones más importantes de Inocencio figuran su bendición a la coronación de Enrique VII en 1485, la elección de Tomás de Torquemada como Gran Inquisidor, la concesión a Isabel y Fernando de Castilla del título de “Católicas Majestades”, la canonización de Catalina de Suecia y la Cruzada contra los Valdenses, exhortando a una masacre sin perdón, lo que constituyó el primer golpe en la batalla contra la brujería.

El papa Inocencio VIII fue figura clave en la historia de la brujería, pues fue quien el 5 de diciembre de 1484 promulgó el documento que abrió la puerta a la persecución: la bula titulada “Summis desiderantes affectibus”;

Previamente en el año 906, se publicó el Canon Episcopi, documento eclesiástico destinado a los obispos que contiene referencias sobre la brujería, cuya nota más destacada negaba la existencia de las brujas como realidades físicas, y las consideraba imaginaciones impías.

El hecho de creer en las brujas era considerado herejía en el documento, que incluía testimonios de mujeres poseídas por el diablo; dicha tendencia se mantuvo hasta el siglo XIII con la Inquisición.

En la bula de Inocencio VIII se invierten los términos anteriores, pasando a considerarse una herejía el “no creer” en las brujas, se reconoció su existencia y abrió el camino a la persecución de todo sospecho de tratos con el diablo.

Desde su promulgación, todos tendrían que colaborar en las investigaciones inquisitoriales, so pena de que cayera sobre ellos “la ira de Dios todopoderoso”.

Basándose en este documento, dos inquisidores, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger publicaron en 1487 el “Martillo de las brujas”, que constituyó la autoridad suprema invocada en procesos de brujería hasta mediados del siglo 17; en  países católicos y protestantes, las brujas fueron perseguidas y condenadas hasta el siglo 18, cuando "filósofos naturales" como Gassendi y Malebranche demostraron la irrealidad de la brujería, poniendo las bases de la crítica definitiva que se realizó durante la Ilustración, y que Voltaire resumió así: “

Sólo la acción de la Filosofía ha curado a los hombres de esta abominable quimera, y ha enseñado a los jueces que no hay que quemar a los imbéciles”.

El último juicio por brujería en Alemania tuvo lugar en Würzburg en 1749, pero en Suiza una niña fue ejecutada por bruja en el cantón protestante de Glarus en 1783.

Se sabe que padecía de insuficiencia renal que lo tenía muy enfermo y sus médicos habían agotado las terapias de la época, encontrándose el paciente cerca de la muerte. Entonces apareció en Roma un "médico judío" que le ofreció cambiar la sangre del viejo Papa "por la de jóvenes plenos de vigor y salud".  De esta manera, se contrató a 3 niños de 10 años, pagando a sus familias un ducado de oro a cada una, para extraerles la sangre y dársela de beber al pontífice.

Los resultados de esta curiosa transfusión fueron catastróficos pues tanto el Papa como los niños fallecieron a mediados de 1492.