Más de 190 millones de personas en la región han resultado afectadas por un huracán, terremoto, sequía, alud o volcán, entre los mil 500 desastres ocurridos del 2000 a la fecha.
Un nuevo informe advierte que la alta densidad de población, el crecimiento urbano impredecible, el cambio climático, los desplazamientos, la degradación ambiental y la explotación de los recursos naturales elevan los riesgos y llama a actuar para reducirlos.
De cara a los pronósticos de una temporada de huracanes en el Atlántico más activa de lo normal en 2023 y a la persistencia del fenómeno de El Niño durante el resto del año, las Oficinas de la ONU para Coordinación de Asuntos Humanitarios y para la Reducción del Riesgo de Desastres publicaron un informe regional sobre desastres para América Latina y el Caribe.
El estudio analiza el impacto social y económico de los desastres en la región, así como las tendencias históricas con el fin de llamar a la acción para mitigar riesgos futuros, abogando por una inversión adecuada en la reducción de riesgos que disminuya las pérdidas humanas, materiales y de medios de vida.
Los huracanes de esta temporada han afectado algunas partes del Caribe, y El Niño podría tener un impacto asolador en comunidades vulnerables de Centro y Sudamérica.
La devastación tras los siniestros es típica en la segunda región con mayor exposición a los desastres, sólo superada por Asia y el Pacífico, y con factores de riesgo profundamente arraigados e interrelacionados que crean un entorno de peligro casi permanente frente a los fenómenos extremos.
El informe recuerda, no obstante, que no todas las amenazas o fenómenos naturales resultan en desastres y recalca que la exposición y la vulnerabilidad juegan un papel importante.
La jefa regional de las Oficinas de la ONU para Coordinación de Asuntos Humanitarios para América Latina y el Caribe, Shelley Cheatham, indicó que en la región, “los eventos climáticos y sísmicos extremos están ocurriendo en lugares donde la pobreza, la desigualdad, la inseguridad alimentaria, el desplazamiento y la violencia son parte de la vida diaria de millones de personas”.
Cheatham añadió que el aumento de los riesgos y la continua vulnerabilidad “implican que sea más probable que ocurran desastres y que, por tanto, se pongan en peligro más vidas y medios de subsistencia, ocasionando más pérdidas humanas y materiales”.
Las dependencias de la ONU identifican también como factores de riesgo destacables la densidad de población y el crecimiento urbano impredecible, así como el cambio climático, los desplazamientos y la migración, la degradación ambiental y la explotación de los recursos naturales.
Algunos desastres relacionados con el clima, como las sequías y las tormentas, son especialmente preocupantes por su naturaleza cíclica y el aumento en su frecuencia e intensidad. Según el Banco Mundial, es probable que para el 2050, los efectos del cambio climático provoquen el desplazamiento de más de 17 millones de personas en busca de mejores condiciones de vida, oportunidades económicas y servicios básicos.
Es por esta complicidad humana en la creación, el mantenimiento y la materialización del riesgo de catástrofes que el término “desastres naturales” se considera inadecuado.
En este sentido, el informe plantea que si bien las amenazas de origen natural no siempre puedan prevenirse, es posible un futuro en el que no todas las amenazas se conviertan en desastres si implementan medidas adecuadas como las alertas tempranas.
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